He hecho un esfuerzo por ampliar lo que entendemos sobre el duelo, más allá de una muerte física, porque esa es la idea que la mayoría de las personas tienden a tener.
El duelo es una respuesta ante cualquier pérdida o cambio. Puede estar relacionado con la salud, las relaciones (amistades, familia, pareja), los sueños, la inocencia, la carrera o el trabajo, los lugares o el hogar, la fe, la juventud, la esperanza…
Uno de los temas más conocidos en relación al duelo son las cinco etapas propuestas por Elisabeth Kübler-Ross, resultado de su observación de personas en cuidados paliativos. Lo que a menudo se malinterpreta de estas etapas es que se cree que son lineales y aplicables a todas las personas por igual.
Las cinco etapas forman parte de un marco para comprender cómo las personas aprenden a aceptar una pérdida significativa (añadiría: no solo la de un ser querido). Conocerlas nos permite identificar y normalizar lo que podemos estar sintiendo. A nuestra mente le gusta la estructura, las etiquetas y las categorías. Así que estas etapas, que personalmente prefiero llamarles hitos, nos ayudan a entender el duelo como un proceso, pero que en la vida real es orgánico y desordenado.
No todas las personas atraviesan todos los hitos, ni hay tiempos "esperados" en cada uno. Son reacciones emocionales que pueden durar minutos, horas, meses o años, y fluctuar entre sí. Podemos salir de uno, entrar a otro, y luego regresar.
La intención de un proceso de duelo es la adaptación a una realidad; vacío, espacio o identidad que ya no está.
Negación
Es una especie de insensibilidad, parálisis o incredulidad. Pensar o creer que es un sueño, que no es real. Puede incluso haber alivio: la negación ayuda a dosificar el dolor. Es la forma que tiene la mente de protegerse ante algo excesivo o abrumador, permitiendo que entre solo lo que podemos soportar. Es una manera de protección que merece respeto. El cuerpo sabe lo que hace y marca el ritmo de lo que puede asimilar. No hay prisa. Asumir la realidad toma tiempo.
Cuando salimos de la negación, comienzan a florecer los sentimientos. En mi experiencia, esto puede tomar años, especialmente cuando no tenemos palabras para identificar pérdidas más allá de la muerte. Por ejemplo, muchas personas migran y se distancian de la experiencia de lo que dejaron atrás para poder sobrevivir en un nuevo territorio.
Ira
Uno de los sentimientos que emerge es la ira. Puede dirigirse hacia unx mismx, la pérdida, Dios, otras personas, un sistema de creencias o instituciones. No tiene que ser lógica, pero la emoción siempre es válida. Es normal sentir enfado ante una situación que no se escogió ni se deseó. Sobre todo, es esperable si la pérdida ocurrió en un contexto injusto. La ira es un sentimiento necesario, que se manifiesta cuando comenzamos a sentir un mínimo de seguridad.
Cuanto más auténticamente se sienta, más pronto comenzará a disiparse (como todos los sentimientos). Aquí también hay una invitación a no temerle al enojo, a permitirlo. La ira también puede dar fuerza y movilizarnos cuando es necesario. Ojalá haya espacio para desahogarla sin dañarnos ni dañar a lxs demás. La ira es también una señal de amor y de anhelo.
Negociación
Es un hito que suele preceder a la profundidad del dolor. Aparecen los cuestionamientos, los "ojalás" y, muchas veces, la culpa por lo que no se hizo o se pudo haber hecho distinto. Es un pacto con el dolor: haríamos cualquier cosa por no sentirlo, por distraernos de la realidad.
Es preferible para la mente sentirse culpable y pensar que tenía o tiene cierto control, antes que aceptar la impotencia ante lo que ocurre. Negociar nos da una ilusión de control frente a la realidad que duele.
Depresión
El gran vacío. Es el dolor y la tristeza que parecen eternos e insuperables. El tiempo se percibe más lento. Es una evaluación más sentida, más real, de la pérdida.
Esta etapa suele verse como algo que hay que evitar, pero es profundamente purificadora. Es una invitación a ver esta depresión como un visitante: hacerle espacio, sentarse a su lado, sin intentar escapar. La única forma de salir es a través.
Para atravesar un dolor tan grande se necesita, al menos, un par de oídos y manos que escuchen y sostengan. No hay que arreglar ni aliviar, simplemente acompañar. Estas condiciones son necesarias y, a menudo, muy escasas en nuestra sociedad. Así, las lágrimas se congelan y los duelos se estancan. La depresión puede aparecer incluso años después de la pérdida.
Aceptación
No es sentirse bien ni estar de acuerdo con lo sucedido. Aceptar implica reconocer que hay una nueva realidad permanente y que necesitamos reorganizarnos frente a ella. Algunas pérdidas son heridas que quizás no cierren del todo, y que se duelan de distintas maneras a lo largo del tiempo. Aun así, se aprende a vivir con ellas.
La aceptación no siempre trae paz, pero sí una mayor capacidad de vivir con lo perdido. La vida se estrecha alrededor de esa ausencia, se abren nuevas posibilidades y la energía comienza a dirigirse hacia otros lugares que no sean el procesamiento constante de la pérdida. Poco a poco, la vida se reorganiza.
Todas las etapas tienen la función de ayudarnos a integrar nuevas realidades. Conocerlas puede darnos comprensión y empatía hacia nosotrxs mismxs cuando atravesamos un duelo, o hacia otrxs cuando somos testigos de sus pérdidas.
Lo más difícil del duelo no es el dolor, sino el aislamiento y la represión. El duelo es un proceso de sanación. Entregarse a él es más fácil si hay entendimiento y acompañamiento.
Es cierto que a veces se necesita terapia psicológica, pero desde nuestras interacciones cotidianas también podemos aprender y crecer para convertirnos en espacios seguros en medio de tanto dolor. En un mundo como el de hoy, las experiencias de duelo serán cada vez más complejas. ¿Cómo nos volvemos más capaces y sensibles ante esto?
Ojalá este texto contribuya y les invito a pensar (si es posible con alguien más) ¿qué pérdida estás duelando en este momento? ¿qué cambio o realidad quisieras que fuese diferente, y no le habías puesto nombre de duelo? ¿en qué etapa o hito te podés ver reflejadx en este momento?
Les recuerdo el espacio Corazones Abiertos, un círculo mensual en línea donde un grupo pequeño nos reunimos a escucharnos y compartir nuestras pérdidas y duelos. Exploramos en colectivo preguntas como las que hice anteriormente. Juntxs (con consentimiento y confidencialidad) logramos darle lugar a lo que muchas veces no tiene espacio para ser dicho, sin juicio y sin prisa. La experiencia del grupo nos ayuda a conectar con respuestas compasivas.
Nos reunimos los últimos martes de cada mes por Zoom. Abajo te dejo la imagen con los detalles. ¡Para el próximo solo me quedan 3 espacios! Si quisieras participar, podés inscribirte aquí.




Con cariño,
Milena
Gracias siempre 😌🥰